Camino a la oscuridad..!!
Retratando a lo largo de 30 años el lento desvanecimiento de la supernova 1987A.
El 23 de febrero de 1987 fue una fecha para recordar, especialmente para los habitantes del hemisferio sur de la Tierra. Ese día una nueva estrella aparecía en el firmamento, aunque en realidad era la luz final de la cataclísmica muerte de una de ellas. Una muerte en diferido, ya que la causante estaba muy lejos de nosotros, a 163 mil años-luz, y ese es el tiempo que tardó en alcanzarnos la onda expansiva de semejante evento. Y pese a ello fue visible a simple vista, mientras que un onda de Neutrinos atravesaba nuestro planeta, tal como lo registraron dos grandes detectores subterráneos situados en Japón y EEUU, horas antes de que SN 1987A, como se la conocería oficialmente, fuera detectada de forma directa.
Era la primera supernova visible a simple vista desde hacia 383 años y como no podía ser de otra forma, se convirtió en el centro absoluto de atención de todos los observatorios terrestres y orbitales disponibles, desde entonces y hasta la actualidad, la observación de los restos de SN 1987A nunca se ha detenido, especialmente por parte del Hubble. Y gracias a ello ahora tenemos una imagen de su evolución a lo largo del tiempo, así como de fenómenos que ocurrieron antes de la explosión, O dicho de otra forma, durante los espasmos finales de la estrella.
A lo largo de estas 3 décadas hemos podido seguir los cambios ocurridos desde entonces, especialmente destacando el anillo principal que brilla alrededor del remanente, del que el Hubble ha contribuido a mostrar el material que lo forma, y más concretamente la parte interior, que se expulsó de la estrella 20.000 años antes de que se produjera la explosión final.
Así podemos reconstruir la emisión inicial de luz de la supernova y estos anillos de materia, atenuándose a lo largo de la primera década. Pero entonces llegó la segunda ola, una veloz nube de gas proyectada por la explosión, cuyo impacto generó una potente onda a través del gas que lo calentó a altísimas temperaturas y generó una fuerte emisión de rayos X .
El 23 de febrero de 1987 fue una fecha para recordar, especialmente para los habitantes del hemisferio sur de la Tierra. Ese día una nueva estrella aparecía en el firmamento, aunque en realidad era la luz final de la cataclísmica muerte de una de ellas. Una muerte en diferido, ya que la causante estaba muy lejos de nosotros, a 163 mil años-luz, y ese es el tiempo que tardó en alcanzarnos la onda expansiva de semejante evento. Y pese a ello fue visible a simple vista, mientras que un onda de Neutrinos atravesaba nuestro planeta, tal como lo registraron dos grandes detectores subterráneos situados en Japón y EEUU, horas antes de que SN 1987A, como se la conocería oficialmente, fuera detectada de forma directa.
Era la primera supernova visible a simple vista desde hacia 383 años y como no podía ser de otra forma, se convirtió en el centro absoluto de atención de todos los observatorios terrestres y orbitales disponibles, desde entonces y hasta la actualidad, la observación de los restos de SN 1987A nunca se ha detenido, especialmente por parte del Hubble. Y gracias a ello ahora tenemos una imagen de su evolución a lo largo del tiempo, así como de fenómenos que ocurrieron antes de la explosión, O dicho de otra forma, durante los espasmos finales de la estrella.
A lo largo de estas 3 décadas hemos podido seguir los cambios ocurridos desde entonces, especialmente destacando el anillo principal que brilla alrededor del remanente, del que el Hubble ha contribuido a mostrar el material que lo forma, y más concretamente la parte interior, que se expulsó de la estrella 20.000 años antes de que se produjera la explosión final.
Así podemos reconstruir la emisión inicial de luz de la supernova y estos anillos de materia, atenuándose a lo largo de la primera década. Pero entonces llegó la segunda ola, una veloz nube de gas proyectada por la explosión, cuyo impacto generó una potente onda a través del gas que lo calentó a altísimas temperaturas y generó una fuerte emisión de rayos X .
Como resultado los cúmulos de gas más densos se fueran iluminando como una cadena de perlas, cada vez más numerosas, hasta que llegó a un punto máximo. Pero ahora se están apagando. Asistimos al final de un largo camino, el desenlace de una historia que empezó un 23 de febrero de 1987, cuando una estrella murió envuelta en un mar de luz más brillante que toda una galaxia, uno que ahora, lentamente,se está desvaneciendo en la oscuridad.
La segunda onda era de luz de SN 1987A. En 1994, siete años después de la explosión, las primeras señales de la colisión entre el anillo de material externo, expulsado por la estrella 20.000 años antes, con la ola de gas proyectado por la muerte misma de la estrella, estas se hicieron visibles, causando una onda de choque que calentó este primero, haciéndolo brillar en rayos x como un espectacular collar de perlas cada vez más intenso. Ahora está declinando lentamente.
SN 1987A en su máximo esplendor. Aunque parezca una estrella más de nuestra galaxia, en realidad ocurrió en la Gran Nube de Magallanes, una de las galaxias más cercanas, y aún así a 163mil años-luz de distancia.
En el final de una supernova
En el final de una supernova
Comentarios
Publicar un comentario