Los mensajeros de la Tierra..!!
“Considera de nuevo ese punto. Eso es aquí. Eso es nuestra casa. Eso somos nosotros […] una mota de polvo suspendida en un rayo de sol”. El astrofísico y divulgador Carl Sagan escribió estas palabras inspirado por una fotografía de la Tierra tomada el 14 de febrero de 1990 desde una distancia de 6.000 millones de kilómetros. La imagen, bautizada como Un punto azul pálido (Pale Blue Dot), fue obtenida por la sonda Voyager 1 de camino hacia los confines del Sistema Solar.
La foto, de la que ahora se cumplen 25 años, muestra un fondo en el que apenas se distingue la Tierra, una mota clara que ocupa solo 0,12 píxels de los 640.000 que componen la imagen. Por un efecto de los reflejos del Sol en la cámara, el punto parece flotar en un haz de luz. Sagan tenía una motivación especial con esta fotografía, ya que de hecho fue él quien sugirió que la Voyager 1 girara su cámara en redondo para obtener este selfie de la Tierra a larga distancia. Las imágenes fueron transmitidas por radio a la base terrestre a lo largo de tres meses, a razón de cinco horas y media por cada píxel.
El primer ser humano en posar sus ojos sobre este histórico documento fue la científica planetaria Candice Hansen, por entonces en el equipo de imagen del programa Voyager en el Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA. “Estaba sentada en mi consola, revisando las imágenes que habíamos recibido aquel día”, relata Hansen para OpenMind. En los retratos del Sistema Solar, la científica identificó a Urano y Saturno con facilidad, pero al mover la cámara hacia los planetas interiores, el efecto del Sol ensuciaba las imágenes; la presencia de la Tierra no era obvia. “Entonces vi un punto brillante en un rayo de luz reflejada, y rápidamente metí los otros dos colores para ver si estaba allí; y estaba”. “Entonces estuve segura”, continúa Hansen. “Y aquel día, y aún hoy mientras escribo estas palabras, un escalofrío me recorre la espalda. Es tan emocionante ver nuestro planeta desde tan lejos…”.
Cuatro veteranas sondas hoy prosiguen sus periplos hacia el espacio interestelar: las Voyager 1 y 2, y las Pioneer 10 y 11. Estas dos últimas, diseñadas como una especie de ensayo general para las Voyager, fueron lanzadas en 1972 y 1973, respectivamente, y completaron con éxito sus cometidos en Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno. Siguen viajando, aunque ya sin contacto con la Tierra.
Las dos Voyager despegaron en 1977 con el objetivo de examinar los planetas exteriores del Sistema Solar. La Voyager 1, la más veloz, adelantó a la Pioneer 10 el 17 de febrero de 1998, convirtiéndose desde entonces en el emisario humano más alejado de la Tierra. El 25 de agosto de 2012, la sonda abandonó los dominios del Sol para internarse en el espacio interestelar, un destino que seguirá su gemela en los próximos años. Ambas siguen activas y en contacto con la Tierra. Según informa la web del programa en tiempo real, la Voyager 1 se encuentra ya a más de 19.500 millones de kilómetros, y su hermana, que ha sobrepasado a la Pioneer 11, a más de 16.100.
Los cuatro aparatos fueron concebidos para errar por el universo, en principio para siempre, ya que en el espacio apenas sufrirán deterioro. “Hay rayos cósmicos, gamma, etcétera, pero deberían permanecer intactos”, dice Hansen. Y en esos viajes hacia la eternidad, los artefactos van equipados con mensajes de la Tierra, por si en su largo peregrinar cayeran en otras manos. Las Pioneer llevan sendas placas con grabados que muestran las figuras humanas, nuestra ubicación en el cosmos y el recorrido de las sondas, todo referido al átomo de hidrógeno como escala universal. Por su parte, los mensajes de las Voyager son sonoros además de gráficos, con imágenes, sonidos y música de la Tierra; todo ello almacenado en discos fonográficos de cobre bañado en oro (con aguja incluida), con una tecnología analógica como la de los tocadiscos. Esos mensajes pueden consultarse en formato digital en la web goldenrecord.org.
Sagan fue también uno de los principales impulsores de estos mensajes hacia el infinito. El científico falleció en 1996, pero su obra pervivirá en este planeta y fuera de él. Hansen subraya que en tiempos del Pálido Punto Azul “la Guerra Fría aún era intensa entre EE. UU. y la URSS”. “Vivíamos con la amenaza de la guerra nuclear”, recuerda. “Creo que Carl [Sagan] sentía que la misión de la imagen era mostrar que estamos todos juntos en este precioso mundo. Hoy pienso que el significado de la imagen es el mismo, pero afrontamos una amenaza diferente, el cambio climático. Hoy, como hace 25 años, necesitamos entender que todos somos ciudadanos de este planeta; es nuestro único hogar”.
Fuente: Javier Yanes, para Ventana al Conocimiento
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